+44(0) 121 311 0550 info@millenniumcargo.com

Cada año, sin falta, nos vamos de viaje en familia.

Dos semanas en un lugar cálido donde pueda relajarme y disfrutar del sol en la cara y una cerveza en la mano. Es el único momento en que desconecto de verdad. Sin correos. Sin llamadas. Sin carga. Solo sol, sangría y un buen descanso.

Cada año, durante casi una década, hemos ido a Lanzarote. El mismo tipo de villas. Las mismas piscinas. El mismo rinconcito de barbacoa donde he cocinado más salchichas de las que me gustaría admitir. Ya se ha convertido en una especie de tradición. Conocemos la zona. El complejo turístico funciona. Todos contentos. Pero este año la familia tenía otras ideas. Querían ir a un lugar diferente... a un lugar nuevo. Me parece bien, pensé. El cambio es bueno. Puedo aceptarlo, siempre y cuando tengan buenas sugerencias e investiguen. 

Así que dije: «Vale. Busca un sitio. Avísame y lo reservo». Y luego… nada. Pasaron las semanas. Se lanzaron algunas sugerencias vagas por el chat. Alguien mencionó Portugal. Otro, Grecia. Pero nadie se decidió. Nadie investigó, envió enlaces ni hizo comparaciones adecuadas. Así que finalmente decidí que se me acababa el tiempo e hice lo de siempre. Reservé las mismas vacaciones en el mismo resort de Lanzarote. Los mismos vuelos. El mismo coche de alquiler. La misma compra al llegar. Fui con la certeza. Y no soy raro en tomar esa decisión. Es la naturaleza humana… 

Verás, cuando nos enfrentamos a demasiadas opciones, o cuando la situación se vuelve un poco incierta, la gente no siempre busca lo nuevo y emocionante. A menudo, nos inclinamos por lo conocido. Lo que nos resulta familiar. Lo que nos hace sentir seguros. No se trata de miedo. Ni siquiera de comodidad, en realidad. Se trata de control. Hay algo reconfortante en saber qué esperar. Aunque sea un poco malo... Aunque en el fondo sepas que podría haber una mejor opción. Si la actual funciona, o al menos no se rompe, la mayoría de la gente no cederá. Porque la certeza es más segura que lo desconocido.

Lo mismo ocurre en los negocios. Supongamos que intentas conseguir un nuevo cliente. Lleva años utilizando el mismo transportista. Han forjado una relación. Hay una larga historia. Podrías pensar que simplemente les estás ofreciendo un nuevo proveedor. Pero lo que en realidad les estás pidiendo es que se arriesguen. Les estás pidiendo que dejen atrás algo que ya conocen y que confíen en que no los defraudarás. Es mucho pedir. Sobre todo en este sector, donde el tiempo importa, los errores son costosos y la reputación está en juego.

Entonces, si quieres que den el salto, tienes que eliminar el miedo. Tienes que generar seguridad. Y eso no se consigue con un folleto brillante ni con una presentación atractiva. Se consigue con constancia. De presentarte una y otra vez con los mismos estándares, el mismo servicio, la misma actitud de "lo tenemos todo bajo control". Está en tu marca. En tus correos electrónicos. En cómo tu equipo responde al teléfono. Está en las promesas que haces y en si realmente las cumples. Porque cuando alguien está sopesando si quedarse con lo que sabe o arriesgarse contigo, la diferencia no estará en tu precio, ni en tu logotipo, ni en tu elegante sitio web... Será si cree, realmente cree, que puede contar contigo. ¿Y si dan el salto? Más vale que te presentes y cumplas tu promesa... Porque la constancia puede captar su atención... ¿Pero la fiabilidad? Eso es lo que los hace volver.

¿Y tú? ¿Alguna vez te has mantenido fiel a lo que sabes, incluso cuando pensaste en cambiar? Me encantaría escuchar tus historias...