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¿Has comido alguna vez un filete en Vietnam?

Hace unas semanas estuve en Asia para el evento de Atlas/Alfa Network. Muchas reuniones, contactos… y, por supuesto, algunas salidas nocturnas. Una de las noches decidimos ir a un buen asador. Un poco diferente a la gastronomía habitual de Ciudad Ho Chi Minh, pero nos apetecía algo de lujo. Y vaya si lo encontramos. Éramos un grupo grande, de unas 13 o 14 personas, pero nos consiguieron una mesa y nos hicieron sentir como en casa. 

Pedimos las bebidas, el vino corría a raudales y estábamos sentados esperando la comida cuando me fijé en algo… Detrás de una pared de cristal al fondo del restaurante, vi lo que parecían filas de carne: grandes cortes, todos iluminados como en una exposición de museo. Debí de estar mirando fijamente, porque el encargado me vio y se acercó. «Veo que está admirando mi cámara frigorífica», dijo. «¿Le gustaría que le enseñara el interior?». Bueno, no hace falta que me lo pregunte dos veces.

Me llevó a recorrerlo, y no bromeo, era como una bóveda. Debía medir unos 4,5 metros por 3. Estaba repleto de filetes, desde el suelo hasta el techo. Chuletones, tomahawks, solomillos, todos alineados como si esperaran su turno en MasterChef. Me giré hacia él y le dije: «Menuda nevera. ¿Tienes idea de cuánto dinero tienes guardado ahí?». Sin dudarlo, me respondió: «Unos 150.000 dólares».

Ahora, piénsalo bien… 150 mil dólares. En bistec. Guardado en un refrigerador.

No me malinterpreten: la carne era de altísima calidad y seguro que se vende rápido. Pero aun así, es mucho dinero invertido en inventario. Sin embargo, lo que realmente me impresionó fue... No la cantidad de carne, ni el dinero en efectivo, sino el hecho de que supo con exactitud lo que tenía desde el principio. Hasta el último centavo. Sin conjeturas, sin estimaciones aproximadas. Total claridad en sus cifras.

Y me recordó… En los negocios, el efectivo lo es todo. Da igual si tienes un restaurante o una empresa de transporte; si tu dinero está inmovilizado y no sabes dónde, tienes un problema. Muchos empresarios lo dicen de palabra. Repiten la frase «El efectivo es el rey», pero si empiezas a hacer preguntas difíciles, no tienen respuesta. No llevan un control preciso. El inventario se acumula, las facturas quedan impagadas y, sin darte cuenta, tu flujo de caja desaparece.

Así que aquí va una pregunta… ¿Sabes dónde tienes tu dinero invertido ahora mismo? Si te pidiera una cifra, ¿podrías darme una exacta? ¿Cuánto podrías liquidar y con qué rapidez? Si no puedes responder a estas preguntas, quizá deberías echar un vistazo a tu propia versión de la nevera…